Por Gerson Gómez
 
Abunda la mercancía. Los trabajadores del campo cuentan con sobreoferta de producción. En Colombia, la pasta base de cocaína acumulada en desvencijados almacenes y tejabanes.

La producción no ha variado en años. Ley de la oferta y demanda. Viva el capitalismo salvaje. Los consumidores norteamericanos han variado. Ahora compran al bateador del barrio con productos más duros y económicos.

También mueren más rápido. Esa es la experiencia final. Tronar el motor físico. Desvencijarlo. En las áreas céntricas toda la generación de zombies, de homeless y de inmigrantes gastan las mejores horas extraviados.

Colombia y sus socios de las FARC carecen de consumidores fieles. El fentanilo producido en México, con químicos enviados por China, acumula toneladas de cocaína sin desplazarse.

Según la investigación del Wall Street Journal brota una semilla de bajo consumo. Ya no les interesa la lavada, ni la cortada económica. Quieren crico, foco. Ni siquiera el basuco colombiano.

Los cocaleros conocen el riesgo del producto estancado. Bolivia, Ecuador, Perú. Todo ese triangulo ve fracturada las finanzas. Sostener las columnas de corrupción colapsaran frente a la industria mexicana del narcotráfico. Incluso aún después de los reacomodos al interior de los carteles.

La marcha de los fallecidos por uso de fentanilo superará los 70 mil al año. Las medidas de prevención o de urgencia dan apenas para unos cuantos.

Producto barato y suicida, sumamente efectivo, para evitar el bajón y la depresión de una vida inalcanzable. El mayor optimismo apunta a la cannabis recreativa y legal en muchos estados.

Soñar con los ojos abiertos. Morir de pie. Esa es la prescripción de uso.

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