Por Gerson Gómez 

La nata amarilla. Por toda el área de metrópolis en el valle de Nuestra Señora de Santa Lucía. Esto es progreso. Industrias con miles de obreros rumbo al sepulcro. Tierra, agua y cielo perpetuamente contaminados.

Solo los vientos fuertes alejan, pero no disipan las partículas suspendidas. Lluvia acida carcome al paso de la caída. Hemos destruido el futuro permisivo. Caos para quienes transitan.

Basura a cielo abierto. Lo clandestino, lo silencioso. Visite el municipio de Mina. Conozca los petroglifos de las tribus originales. Obsérvelos en el triste esplendor desgastado del tiempo.

A unos cuantos metros encontrara la empresa más peligrosa de todo el Valle de las Salinas. Los residuos nucleares en contenedores de concreto. Muchos metros por debajo de la superficie. Compactados, pero no olvidados. Si en su manejo el error humano existe piense en la palabra catástrofe.

Conocemos la planta. Los regalos atómicos cruzan la frontera mexicana. Sin problema alguno. Papelería en regla. Adelante. Ya esperan en Mina, Nuevo León al contenedor. Negocio redondo. Usted pone la bomba aquí la guardamos.

Coreanos, japoneses y chinos, fastuosas naves industriales, en los municipios de ultra crecimiento. Ellos también abonan a la cosecha de contaminantes.

Nuestra industria nacional, la petrolera, la forjadora de acero, la cárnica, de plásticos, de pinturas, impermeabilizante, condimentan y sazonan este hermoso caldo de cultivo.

Bonanza de trabajo. Usted y yo pagamos el elevado precio con la salud.

Tampoco tiene a donde huir. Mordido el anzuelo del dinero, los varones aman la doble vida. Las mujeres sus camionetas para llevar a la prole a sus cursos extras. Ser amas de casa. Pasar por alto las relaciones extramatrimoniales. Disfrutar del paraíso artificial de las familias quebradas.

Otro día de neblina, de nata amarilla. Llamas para los pulmones, la piel, los sentidos. Océanos de fuego. Pronto viene el reparto de utilidades.

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