Leyendas del Metro CDMX: las misteriosas brujas de Apatlaco
Redacción
Con una red de más de 200 kilómetros, el metro de la Ciudad de México no solo es el transporte de mayor afluencia en la capital, sino también el escenario de historias que escapan de toda lógica. A lo largo de sus pasillos, andenes y estaciones, algunos usuarios aseguran haber vivido experiencias inexplicables, dando origen a leyendas y mitos.
Brujas del metro Apatlaco de la Línea 8
De regreso a mi casa, aproximadamente a las 10:00 de la noche, abordé el Metro de la línea 8 y saqué un libro sobre la conquista de México, escrito por William H. Prescott. Me sumergí tanto en la lectura que no me di cuenta de cuándo se detenía el tren ni de quién subía o bajaba.
Al llegar a la estación Apatlaco, subieron tres mujeres; una de ellas llevaba a un niño de unos dos o tres años en brazos. Me percaté de esto porque entraron riendo muy fuerte. Dos de ellas se sentaron en el asiento doble a mi izquierda, mientras que la que tenía al niño se sentó frente a mí.
Las tres mujeres eran muy hermosas, de piel blanca y ojos verdes. De pronto, la más joven me miró, sonrió y me preguntó: “Oye, ¿es bueno ese libro?” Le respondí que sí, y después de una breve charla, me invitó a su casa para prestarme algunos libros. La joven miró a su madre, quien asintió en silencio.
Al llegar a la estación Escuadrón 201, subieron tres muchachos y una chica. Noté que me miraban a mí, luego a las mujeres, y se cuchicheaban entre ellos. Yo seguía hablando con las mujeres, quienes insistían en que las acompañara a su casa, aunque yo me negaba excusándome con que tenía que ir a trabajar.
Cuando llegamos a la estación Iztapalapa, las mujeres se levantaron y, justo antes de salir del vagón, una de ellas me dijo con una voz grave y áspera que contrastaba con su apariencia: “Nos vamos a encontrar otra vez”.
Se bajaron, y apenas se cerraron las puertas, el tren comenzó a avanzar. Los jóvenes que habían subido en Escuadrón 201 se sentaron a mi lado y me preguntaron por qué había hablado con esas mujeres. Extrañado, les pregunté la razón de su pregunta. La chica me dijo que, si me había fijado bien, que las mujeres en realidad eran horribles y que el perro que llevaban también era espantoso. No podía creer lo que me decían, porque yo nunca las vi feas; todo lo contrario.
Una señora que estaba al otro extremo del vagón se acercó y nos dijo: “a este joven se lo querían llevar las brujas”. Dirigiéndose a mí, añadió: “te salvaste, esas son brujas que vienen a buscar incautos para llevárselos al Cerro de la Estrella. Allí se los friegan, mijo. ¿A poco no has oído de los que encuentran en la Cueva del Diablo? Pues esas son las que se los llevan”.
La mujer bajó en la siguiente estación, mientras los chavos y yo nos quedamos mirándonos sin decir palabra alguna.
El folklore local sugiere que estas entidades estarían involucradas en desapariciones misteriosas vinculadas a la Cueva del Diablo, un lugar envuelto en misticismo y en cuentos de advertencia entre los habitantes de la ciudad. Estas narrativas resaltan la rica tradición de leyendas que se entrelazan con la vida cotidiana en México.
La figura de las brujas en México entrelaza creencias ancestrales y prácticas esotéricas que han permeado la medicina tradicional, el folclore y la espiritualidad. Consideradas como guardianas de saberes antiguos, combinan conocimientos de curación con rituales que vinculan lo terrenal y lo espiritual.
Desde la época prehispánica, sus prácticas sobrevivieron y se mezclaron con el catolicismo, formando un sincretismo cultural que aún hoy es evidente, especialmente en tradiciones como el Día de Muertos y Halloween. En este contexto, las brujas juegan un papel clave en la preparación de ofrendas y rituales.
Su representación en la cultura popular oscila entre el respeto y el temor hacia su poder. Leyendas urbanas y cuentos populares destacan tanto su capacidad de proteger como de maldecir, lo que refleja la dualidad con la que estas figuras son contempladas.
Las brujas simbolizan la resistencia de las tradiciones ancestrales y la perpetua fascinación por lo místico y lo sobrenatural. Su influencia se extiende desde la medicina y la espiritualidad hasta el arte y la literatura, evidenciando su profundo arraigo en el imaginario colectivo del país.
En el contexto del metro de la Ciudad de México, se evidencia cómo el folklore y las creencias populares perduran en la conciencia colectiva, adaptándose a los entornos urbanos modernos.
PGC