La invasión de los adanistas
Por Carlos Meraz
Una plaga de magnitudes apocalípticas pone en peligro 350 mil años de la humanidad en la Tierra. La evolución del homo sapiens podría degradarse con riesgo de extinción, y la génesis de tal hecatombe no sería por un virus zombie, una guerra atómica o un desastre natural de dimensiones bíblicas, sino simplemente por el advenimiento de una especie que ya habita entre nosotros —y no son extraterrestres— sino una generación de jóvenes, denominados los adanistas.
Una frase que se le atribuye a Napoleón sentencia el drama que aquejará a la creciente ola de adanistas: “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Y es que para esta nueva raza de “superhombres” que se sienten tocados por Dios y demandan satisfacción inmediata, lo sucedido antes de su “trascendental” existencia no tiene la menor importancia, como si el globo terráqueo hubiese empezado a rotar sobre su propio eje a partir de su alumbramiento.
Pero primero hay que definir el término adanismo: “Hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejecutado anteriormente”, así describe el diccionario de la Real Academia Española a esta “vanguardia del pensamiento” que le pone fecha de caducidad a todo lo anterior a su nacimiento.
Ignorancia y narcisismo es una mezcla letal para cualquiera que entienda que el orbe no gira alrededor de sus “valiosas aportaciones históricas”, es decir, de asumirse y hasta ufanarse de ser inventor del hilo negro. Algo hasta digno de estudio, pues bajo esa lógica supondría que la inteligencia puede resultar aburrida y hasta tener un límite, pero la estupidez suele ser fascinante porque resulta infinita.
La invasión de esta clase de innovadores sujetos, ubicables bajo el término “millennial”, que pueden generar desde desconcierto hasta ternura, ya escalan puestos en la sociedad y hasta ocupan cargos de “liderazgo”, con aportaciones tan “sesudas”, como ser políticamente correctos y menospreciar, con la mano en la cintura, cualquier argumento sobre un pasado que no entienden en su justo momento, que desconocen o, lo que es peor, que ni les interesa.
“Yo no leo a Cervantes ni a Shakespeare, porque no son de mi época; pero sí a Murakami y Bolaño, que se me hacen más actuales... No me interesa el cine de Chaplin o Buster Keaton; considero más innovador el de Tim Burton o Tarantino... No escucho a Elvis Presley, The Beatles y ni siquiera a U2, porque suenan a viejo y son de una era que no me tocó vivir; prefiero algo más moderno tipo Bruno Mars, Radiohead o de perdida Coldplay...”.
No existe nadie sobre la faz del planeta que sea contemporáneo de Homero o Dante Alighieri, de Georges Méliès o Fritz Lang, de Mozart o Chopin, y sus respectivos libros, películas y composiciones musicales se siguen vendiendo por sus indiscutibles e invaluables aportaciones a la humanidad; porque, como acostumbro lapidar las peroratas adanistas: “El conocimiento no tiene edad; la ignorancia sí, la tuya...”.
Lo que hay que leer.
@cmerazd