Por Gerson Gómez
 
Cuando vivíamos azorados, como los hebreos en Egipto, estábamos mejor. Extrañan las salvajes medidas de contención social. Para ellos el sistema era imperfecto, pero justo. 

Cada final de gobierno lamentaba el transcurso del fracaso. Cambiaban para continuar iguales o peor.

El mito del ogro filantrópico transpuesto al de la caverna. Quienes soltaban las cadenas eran resentidos. Desplegaban en los medios de comunicación el empuje de los prejuicios contra ellos.

Les crucificaban a la par de la opinión generalizada. Adjetivados objetores de conciencia. Holgazanes. El milagro financiero mexicanos nos bendice. Preparemos a administrar la bonanza.

Creció la diferencia de ingresos. En las ciudades, castas de sinvergüenzas afiliados al PRI y al PAN. La revolución hace justicia. Las décadas del buen vivir a las macrodevaluaciones.
Salve el futuro. Saqueadólares. Un amigo de otro amigo advierte cambiar la mayor cantidad de divisas. Después del cambio presidencial, el caos entre los entreperneurs nacionalistas. Quienes alcanzaron el pitazo suspiraban de alivio. Por lo menos continuamos con el ritmo de gastos.

Ir a Disney en California. Al reponer el outfit cada una de las estaciones climáticas. Vacacionar dentro del país, solo para los menesterosos. Europa una vez al año. Nueva York es la cuna de las tendencias cosmopolitas.

Mandaron a sus hijos a los institutos estadunidenses. Al MIT o a UCLA. Al regreso tomaran las riendas de las compañías centenarias. Vamos a un mundo globalizado. En el concierto de las naciones blanqueamos los gustos. Casar a las hijas bajo el ritmo del manual de Carreño.

Los rencorosos llevaban seis años llorando. Se convirtieron en guerrilleros del internet. En sus arengas sueñan con logaritmos de votaciones infladas. Son malos perdedores. Peores ciudadanos. Despoblados del único bien no perecedero, el tiempo. La inteligencia atrofiada es su peor defecto. Por eso, en los consultorios de los psicólogos y psiquiatras, asisten a medicarse contra la depresión.

Sus hijos, pasaron a ser consumidores de drogas. Anexados a perpetuidad. Cotorros de la cocaína y de repetir los mismos argumentos no verificables, al quedar fuera de los grandes negocios al amparo del poder.