La ciudad de la furia
“Las mujeres que han cambiado el mundo no han necesitado nunca mostrar otra cosa que su inteligencia”. Rita Levi-Montalvini, premio Nobel de Medicina.
Por Carlos Meraz
Mexicanos al grito de guerra... Mexicanos contra vías generales de comunicación. Mexicanos contra el Ángel de la Independencia. Mexicanos contra medios de comunicación. Mexicanos contra mexicanos.
Y pongo mexicanos y no mexicanas porque la violencia demuestra que no es de género. La violencia es frustración, es ignorancia y, sobre todo, es cobardía.
En qué momento llegamos a esto en la Ciudad de México, convertida en la ciudad del vandalismo, la ciudad de la inseguridad, la ciudad de la impunidad, la ciudad del anarquismo, la ciudad de la furia y desafortunadamente no aquella a la que se refería Soda Stereo en su canción homónima.
Todo se desvirtúa con la violencia y tras ver imágenes de mujeres clamando la extinción de los varones. Me pregunto, ¿qué acaso ellas no tuvieron un hombre en su vida, llámese padre, hermano o amigo? El mismo cuestionamiento que haría ante un cobarde violador o cualquier misógino que no piensa que hasta él, en su inmundicia, proviene de una mujer. A eso hemos llegado como humanidad a una lucha de géneros, ¿ese es nuestro avance como sociedad del Siglo XXI?
Y si mejor la manifestación femenina fuera, por ejemplo, no consumir un día o no trabajar durante una jornada. Ahí si pondrían en jaque no solo al hombre, a los mass media, a las empresas con organigramas machistas o a un gobierno que no cuida de ellas, sino noquearían a todo un sistema, a toda nación. Ser mujer pensante y no hembra salvaje.
Cómo hablar de democracia si no somos iguales en todos los ámbitos. Esa es una legítima y urgente petición femenina que en la realidad sirve igual tanto a la mujer como al hombre. Ser hombre, en toda la extensión de la palabra, no es competir, es amar, defender y apoyar a la madre, esposa, novia, hermana o amiga, que son iguales que nosotros, y si hay amor y equidad, no pasa nada y, sin embargo, pasaría mucho. Crecimos como hombres pensantes al dejar de ser machos acéfalos.
¿De qué sirve lanzar a diestra y siniestra diamantina rosa?, ¿de qué sirve el grafiti?, ¿de qué sirve la violencia? Cuando la impartición de justicia ni investiga ni aplica la ley en un país donde mueren mujeres, donde diario hay reportes de desaparecidas, donde parece que la mujer no importa... Eso es ¡no tener madre! Y es literal, pues solo aquel que estuvo criado por una reina sabe tratar a una mujer como princesa.
La guerra de sexos es tan retrógrada e injusta como la guerra misma. Ser guerrero o guerrera no es ocultarse tras una capucha, es dar la cara; no es golpear amparado por las masas, es pelear todos los días con las ideas y no es agredir al otro, es ser solidario e incluyente. O qué sigue y lo digo con toda la ironía: una futura revuelta de desempleados en descontrol, otra de la comunidad LGBT convertida en cavernícolas o de vegetarianos mutados en asesinos de carnívoros. De todos contra todos, de grupos contra grupos, de mexicanos contra mexicanos.
En esas batallas no cuenten conmigo y, parafraseando a Gustavo Cerati, de ser así mejor te digo: “Me verás volar...”, pero lejos de ti Ciudad de México.
Lo que hay que leer.
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