Fernando Aceves
Por Carlos Meraz
“Mis retratos dicen más de mí, que sobre la gente a la que fotografío”, Richard Avedon.
Su humor es tan certero y oportuno como los clicks de su cámara fotográfica, Fernando Aceves tiene timing no sólo para captar imágenes, que como radiografía describen al músico in situ, sino también para bromear acerca de un mundo que conoce muy bien tanto arriba como abajo del escenario: la música.
Además de ser poseedor de una técnica depurada en el oficio y de capturar imágenes adueñándose de ellas con su sello personal, es un erudito melómano cuyos conocimientos fotográficos rivalizan con su información del ámbito musical sea del rock, pop o jazz, que siempre irá acompañado de algún comentario que, como su lente, desnuda al objetivo.
Un ejemplo de su ágil, preciso y contundente sentido de humor se ejemplifica en una sesión de fotos planeada con Pau Donés, voz y líder de la banda española Jarabe de Palo, allá por 1998 con motivo de la aparición de su segundo álbum Depende.
Tras la conferencia en El Teatro Metrópolitan, Donés aceptó posar en lugar de las inmediaciones del turístico inmueble enclavado en el Centro Histórico. Así que partimos rumbo al andén del Metro Juárez, donde nos topamos con un viejo kiosco de periódicos y revistas, pletórico de publicaciones como hipotético escenario complementario para la sesión de disparos.
— ¿Qué te parece Pau una foto aquí dentro del kiosko?
— ¡Joder si no soy periodiquero!— dijo el músico aragonés sacudiendo la diestra con ademán de desprecio y sonrisa irónica.
— Pues así han terminado muchos rockeros aquí...— replicó Aceves con una sobredosis de sarcasmo que dejó enmudecido al engreído rockstar ibérico.
Sin ser yo un fotoperiodista consumado sino más bien un aprendiz que sabía encuadrar, mi primer contacto con Aceves fue donde se (re)conocen los fotógrafos de conciertos: en el pit del Palacio de los Deportes, donde platicábamos antes de que saliera el artista y yo me dedicara a soltar ráfagas para asegurar al menos un par de instantáneas para publicar con mi crónica del evento; mientras él, con paciencia de monje tibetano, observaba cuando los demás colegas veían y se movía con la discreta habilidad de gacela cuando trabajaba para la naciente empresa Ocesa.
Cubrí algunas exposiciones suyas y ahí empecé a conocer su entonces ya vasto catálogo; más adelante viajamos juntos a cubrir la apertura de la gira mundial Bridges To Babylon, de The Rolling Stones, al Soldier Field de Chicago, y luego a un concierto de Rod Stewart, en el Madison Square Garden de Nueva York.
Sus sesiones en México con The Rolling Stones y David Bowie son ya clásicos de su obra, así como sus placas en el Domo de Cobre de Bono, en el ZooTV, y Axl Rose, en el Use Your Illusion Tour, son referente del boom de conciertos en la apertura a México de los espectáculos musicales de primer nivel, en donde Aceves ha sido su solitario cronista visual en tres décadas.
Ante su lente han desfilado desde leyendas del calibre de Bob Dylan, Leonard Cohen y Paul McCartney, hasta prácticamente toda la escena nacional del rock y el jazz mexicanos.
Transitó de la era análoga a la digital, sin perder un ápice de creatividad ni mermar su estilo, y hoy el nombre de este artista mexicano se alterna, en galerías en ambos lados del Atlántico, con los de monstruos sagrados que han documentado la historia del rock, como Baron Wolman, Jim Marshall, Ross Halfin, Bob Gruen, Gered Mankowitz, Mick Rock y Anton Corbijn.
Ante sus detractores, que minimizaban sus instantáneas por tener la suerte del acceso ilimitado como fotógrafo oficial de Ocesa, tras independizarse demostró que su visión no era azar y mucho menos privilegio exclusivo del all access, y que su cámara la empuña para transformar lo efímero en perpetuidad, o como él suele decir: “hay que hacer arte, no amigos”.
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