La cárcel de Bukele o el transporte urbano
Por Gerson Gómez
Acostumbramos a buscar información variopinta. La web nos muestra tonos de la realidad. En Buenos Aires, el grupo villero Damas Gratis, casi en la entrada del verano austral, llena el antro. Recuerda la bodega del Elizondo Disco de los años 90.
La chaviza colma de extremo a lo largo el escenario. Hasta el fondo los teléfonos móviles brillan. Alegres hasta las 5 de la mañana del lunes porteño.
En otra plataforma el reportero da constancia de la prisión de Bukele. Ahí van las personas privadas de su libertad. Con las manos por detrás. Calzan crocks y visten solo bóxer blanco. Ni levantar la cabeza. Los guardias lucen mascara de tela. Ocultan la identidad.
Son las 9 de la noche. Ocupan el camastro de rejillas. Complementa una sábana blanca, transparente. El silencio obligatorio. La luz oficial en los ambulatorios jamás se apaga. El receso nocturno termina a las cuatro am. Para arriba todos. Bestias uniformes de supuestos criminales. De la Mara Salvatrucha o de grupúsculos de infractores con lazos con el narcotráfico.
Cada cuadro del reportaje es demoledor. Imaginamos prisiones así en México. Alla van a terminar sus días los carteles. Sinaloa vive la debacle social. No es la única parte. Todo el territorio nacional. La lucha dispar.
A los soldados les gustaría abreviar los topetones. Apresar a los efectivos. Usar el transporte aéreo. Aquí va la justicia. Lanzarlos al océano pacifico. Nadie los vio venir. Tampoco irse. Asusta al infractor, al ciudadano común, a la CNDH. La justicia del sometimiento al castigo ejemplar.
En la postrera visita de la web, contemplamos las vicisitudes de los usuarios del transporte urbano en la zona conurbada de Monterrey. La segunda peor, dicen, de todo el país. Suponemos la primera debe ser el caos cotidiano de la CDMX y el estado de México.
La diferencia entre ambas, por supuesto, es el precio, la densidad de usuarios y el fraude maquinado desde las gubernaturas. En eso, Nuevo León, se pinta solo.
Regreso a la primera visita. En Buenos Aires, los chicos villeros, alcoholizados, bailados y cansados, no se presentaron a trabajar. San Lunes de todos tan querido.