Por Gerson Gómez

Todas las mañanas amanezco de beneficiario. Los correos hablan de personas sin lazos sanguíneos. Sus fortunas serán absorbidas por los bancos depositantes. Estos mecenas actúan llevados para recuperar parte del peculio.

Dispuestos a regalar el trabajo de su vida a desconocidos. Muchos incautos caen en la estafa. Escriben al impostor. Al estar en contacto la estafa arranca.

La vulnerabilidad de los sistemas bancarios y las contraseñas evidencian toda una larga cadena de impostores.

En un siglo donde la ingenuidad es el pan cotidiano, enriquecer a costa de un moribundo, suena como sacarse la lotería sin comprar boleto.

Jamás sucederá la donación. Los expertos en el fraude comercian los megadatos. Con códigos abiertos truenan los pocos filtros de seguridad de los bancos. Les vacían a los ingenuos millonarios cotidianos sus ahorros.

Secuestran los correos personales. Les piden rescate por las contraseñas de los correos. Abren falsos perfiles de Facebook. En ellos, a los conocidos y amigos, les piden dinero para apuros ficticios.

La cascada de bien intencionados se moviliza. Descubren al grupo de impostores. Otra cascada de correos sale de la India y Birmania.

Así como gira el mundo los spams inundan los casilleros. Otra generación de incautos cae en la oferta maravillosa. Nosotros, como siempre, hasta en las confirmaciones de devolución de impuestos del SAT, le damos eliminar.
 

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